lunes, julio 11, 2005

NoSe...

Me costo mucho escribir y publicar lo ke abajo pongo... espero les guste, a mi me gusto saber ke puedo abstraerme un poco mas alla! en fin... tomense su tiempo xke es algo largo!

--*--

De chiquito ya perdía mi identidad. Nunca me identificaron con un nombre digno de llevar. Al nacer mis padres eligieron al azar, el nombre del enfermero que atendía a la mujer de al lado, la cual había perdido a su hijo al nacer, fue el que pensaron iba a ser el mejor. Pero por suerte ese nombre no fue casi usado. Desde que tengo memoria me han llamado “F” simplemente.
Mi padre conoció a mi madre en ese bar al que ellos llaman “desgracia”. Un bar de mala muerte donde mi madre solía atender las mesas, en el cual dejo de trabajar al conocer la noticia de mi pronta llegada. El siempre dijo que lo peor que le había pasado en la vida había sido conocerla, en cambio mi mama estaba feliz por el hecho de que el fuese el hombre que tenia a su lado.
Nunca se pusieron de acuerdo cuando les preguntaba el porque de mi llegada. Mi padre como siempre contestaba que había sido un accidente y que mi madre lo había hecho adrede para que el no se fuera con la dueña de “desgracia”. En cambio mi madre responde que fui fruto del amor, aunque nunca pudo mirarme a los ojos al decirlo.
En realidad ellos nunca se ponían de acuerdo. Siempre encontraban el motivo para discutir, y si realmente no tenían motivo alguno de los dos lo inventaba en solo segundos. Recuerdo aquel día en que llegue de primer grado. Llegue, porque en ningún momento de toda mi primaria me fueron a buscar a la puerta del colegio como a todos los demás chicos. Había sacado una muy buena nota en mi primer dictado. Yo estaba feliz, me sentía orgulloso de mi. Saque mi cuaderno, un poco roto ya, y se lo enseñe a mis padres, esperando una sonrisa. Pero ni siquiera se detuvieron a escucharme. Miraron mi cuaderno y empezaron a discutir porque no tenia un cuaderno nuevo. Lo cual obviamente termino siendo una gran discusión sobre que mi padre era un vago y no trabajaba. Ese día termine como siempre en mi habitación, solo, con apenas 7 años intentando no escuchar a mis padres pelear. Yo solo quería ser su orgullo solo un momento.
Lo que recuerdo de mi primaria no es feliz. No tenia amigos, nunca ninguno de mis compañeros conoció mi casa, quizá por vergüenza de que mis padres pelearan frente a ellos o porque realmente prefería estar solo. Jamás me acompañaron a un acto, no importaba si quedaba en el banco suplente o si era la estrella principal, ellos no tenían tiempo para mi.
Llego el momento de entrar a la secundaria. Para aquel entonces ya era independiente. Por las mañanas cursaba en un colegio bastante malo, pero lo había elegido yo porque quedaba cerca del lugar donde pasaba mis tardes. Aunque las visitas a aquel extraño lugar abandonado se fueron haciendo cada vez mas cortas por la necesidad de encontrar un trabajo para poder mantener mis caprichos y mis gustos, ya que con mis padres no contaba ni para que me compraran un lápiz con el cual escribir en el colegio.
Aquel lugar que menciono es único. Era un lugar tan mágico, tan gris, tan húmedo. Cada tarde al salir del colegio calzaba mi mochila al hombro y me dirigía ahí, solo, como siempre. Caminaba esas tres cuadras, pensando en nada... llegaba, abría la puerta, nunca supe donde era en realidad que había sido aquel lugar, solo sabia que estaba abandonado. Entraba, cauteloso, nunca sabia que me podía encontrar dentro y esa era parte de la emoción. Dejaba mi mochila cerca mío, me acostaba en el piso, siempre húmedo y con un olor fuerte que me hacia sentir vivo. Sacaba los cigarrillos, si, desde chico que fumo y comenzaba a imaginar como iba a ser mi vida cuando pudiera dejar a mis padres. Después de cada eterno sueño agarraba mis cosas y me iba con muy mala gana a trabajar. Y así repetía todos los días aquel ritual que me permitía ser libre.
Recuerdo un día muy especial. Único e irrepetible hasta el momento. Un día casi terminando la secundaria donde al salir del colegio sentí que ese día algo grande iba a pasar, las cosas en el aire eran diferentes, no sabia si era el olor a la primavera o la sensación de tener cerca el final de la cursada que tanto me mortificaba. En el colegio secundario tampoco tenia amigos. Como siempre me dirigí a mi refugio, el cual a pesar de los años transcurridos seguía estando tan solo como yo. Abrí la puerta, ya la abría con confianza, nunca me había encontrado nada raro. Me acosté donde siempre, saque mi habitual cigarrillo en las penumbras y comencé a fumar en el silencio sepulcral que me acompañaba. Pero de repente todo cambio. Del silencio una voz que tengo grabada en mi memoria me dijo –me convidas uno?-. admito como fue que me sobresalte, pero también debo confesar que aquel sonido era tan dulce y sueva que sentí una confianza infinita al instante. Si pensarlo demasiado agarre mi atado de cigarrillos y le convide uno. Le ofrecí fuego y ella, sabia que era ella por la calidez de su voz, aunque mucho no la veía, acepto. Se recostó a mi lado y ahí nos quedamos. Yo no sabia que decir y ella parecía que las palabras se le habían terminado, pero nada importaba, nos quedamos ahí hasta tarde, ese día no fui a trabajar.
Cuando la noche cayo ella se levanto, y susurro un adiós y gracias. Se fue, dejándome ahí, solo sin saber siquiera su nombre. No podía dejar de preguntarme que había pasado, quien era, que hacia ahí... esa noche no pude volver a mi casa, me quede inventándola en mi cabeza.
Al día siguiente llegue tarde al colegio, pero no me importaba. No podía concentrarme en nada de lo que hablaban en clase, igual mucho no importaba porque era de los que mantenían un silencio que penetraba los oídos de cualquiera haciéndolos cenizas. Salí del colegio y me dirigí como siempre al mismo lugar. Esta vez iba con una ansiedad insoportable. Quería verla una vez mas, estaría ella.
Al acercarme al lugar divise una silueta en la puerta de mi refugio. Era ella, no sabia porque, pero estaba seguro que era ella, el corazón comenzó a latirme y esos 20 pasos que di hasta llegar parecieron una caminata a lujan, las piernas me temblaban.
Estaba fumando, con una calidez... sonrió suavemente al verme y me dijo: -toma, te debía uno-, y saco de su bolsillo un atado de cigarrillos convidándome uno. Lo tome, le dije gracias y abrí la puerta.
-Pasas?- le dije con vergüenza.
-Gracias- me dijo y la deje pasar delante mío como un caballero que era.
Entramos y sin hablar los dos nos acostamos en los mismos lugares que nos habíamos acostado el día anterior. No sabia que decirle, quería saber tantas cosas y no me animaba. Deseaba mirarla mas aunque la luz no lo permitiese. –“F”- le dije y extendí mi mano. Se sorprendió, pero agarro mi mano, y antes de decirme su nombre me pregunto: -“F”?-, -Si- le dije, -Así es como me dice todo el mundo-. –Pero algún nombre debes tener-. –Prefiero que solo me conozcas así, por quien soy en verdad, no por un nombre vano-. Y me hundí en la suavidad de su mano. Tan aterciopelada, tan cálida. –Eleonora, pero me dicen “L”, que coincidencia, no? Digo, esto de que nos llamen por una sola letra-. Sonrrei, ame su nombre. Tan fuerte que podía sonar. Le dije que me gustaba su nombre, apreté su mano en señal de agrado sobre aquella presentación. Quería saber mas, pero no quería ahogarla en preguntas. Quería que ella tuviera su tiempo de decir lo que quería, necesitaba que se sintiera libre a mi lado.
Poco a poco nuestros encuentros se hicieron cotidianos. Ya sabia casi todo de ella, ya no soñaba con cuando dejara mi casa, ahora mis sueños estaban basados en volver cada día que le siguiera a aquel en el que me encontraba con tal de volverla a ver.
Era mi primera amiga, teníamos una confianza indestructible. Nos reíamos tan fuerte que sentíamos que las paredes de aquel lugar en cualquier momento iban a quebrarse. Podíamos llorar sin temores. Nos abrazábamos, nos apoyábamos el uno al otro y juntos prometimos que íbamos a superar aquellas barreras que tanto odiábamos de la realidad fuera de esas puertas.
Así fue que termine el secundario y decidí que iba a estudiar en la universidad. No soñaba con un futuro para mi, soñaba con un futuro para los dos. Ella me acompaño en la elección de lo que iba a ser, medico. Doctor “F”, me asustaba mucho, pero sin embargo sabia que ese era nuestro futuro. Me gustaba la idea.
Cada día, ahora al salir de la universidad me tomaba el colectivo e iba al encuentro. A veces ella llegaba mas tarde porque también había decidido estudiar. Ella estaba metida en bellas artes.
Tarde muchos años en darme cuenta que ella no era solo una amiga. Nunca había sentido el amor en realidad. Pero ella me hacia flotar con solo mirarme. Así que una tarde le dije lo que en realidad sentía. Ella estallo en carcajadas. Me invadió un temor tan cruel. Las ganas de no existir me recordaron los días de mi infancia. Yo estaba regalándole mi alma y mi corazón y ella reía. –Tonto. Me dijo, estaba esperando esto desde hace tanto tiempo.- Y nos hundimos en un beso mágico e inigualable. Desde ese momento nuestras vidas no se separaron jamás.
Y acá estoy hoy, relatando mi historia antes de irme. Mi vida cambio con ella, conocí la felicidad, el amor, la vida, todo. Compramos la casa donde nos habíamos conocido. Colgamos sus cuadros en las paredes de cada habitación, y ahí armamos esta familia. Ahora somos mucho mas que dos. Tenemos dos hijos, hermosos y felices a los cuales nunca les falto nada, se reúnen desde chicos casi siempre en casa con sus amigos. Pudimos convertir la soledad y la frialdad de esta casa es alegría y armonía.
Hoy me voy, mis colegas me dicen que no puedo volver a casa, no la puedo llevar conmigo, pero se que estará feliz con todo lo que construimos una vez.

No hay comentarios.: