lunes, febrero 08, 2010

miradas...

Cuando abrió los ojos se dio cuenta, estaba solo. Sentado sobre un tapiz que usaba de alfombra, lo único que le quedaba. Se estremeció al ver las paredes vacías. Intentaba recordar como habían desaparecido una a una las cosas de la habitación, pero solo recordaba su mirada.
Llegó, abrió la puerta y tiró las llaves sobre el mueble de la entrada, apoyo el morral sobre el piso y se descalzó. Alzó la vista y la vio. Ella, apenas vestida paseaba de un lado al otro sin detenerse, en sus manos unas ropas mal dobladas. Entró en la habitación. El la siguió, sobre la cama se apilaba la ropa doblada prolijamente, sobre un costado la ropa que acababa de dejar, perfumes, toallas, maquillaje. El se acerco, intentó detenerla sin tocarla, pero no hizo falta, ella se detuvo, lo miró. El sabía, con solo mirarse se entendían. Pero esta vez no encontró en su mirada una respuesta, estaba vacía. Se alejó intentando entender el sinfín que tenia su mirada, esa vista perdida y fija en ninguna parte, ese dolor aparente y contenido, esas ganas de gritar sin decir nada. Se volvió a la puerta, busco en su morral algo que nunca encontró, lo vació y revisó su contenido, no estaba. Volvió a la habitación y la vio nuevamente, la estudió, como si no la conociera. Se dejó caer sobre el marco de la puerta y la observó. Su piel se erizaba y no entendía nada. Intentó buscar su mirada nuevamente pero ya no la recordaba, no era ella quien estaba frente a el. Se sostuvo del marco de la puerta al pensarla, se daba cuenta que no la recordaba entera, solo recordaba su mirada.
Abrió los ojos para mirarla, para sentirla, bajo su cuerpo estaba ella, extasiada. La sintió y se sobresalto, no conocía tanto de ella. Pasó su boca por su cuello y sintió como ella se estremecía, sintió las uñas de ella clavándose en su espalda y pensó que todo estaba bien. Sus músculos se pusieron tiesos, sintió un profundo cosquilleo desde la base de su columna que lo paralizaba hasta la nuca, la escuchó gritar, el cálido aliento de su boca humedeciendo su cuerpo. La miró a los ojos y ella los abrió suavemente al unísono de una exhalación profunda, se dejó caer y rodó sobre su cuerpo, se acerco al de ella y la miró profundamente, buscándola en el lunar de su ojo izquierdo, sabía que así quería recordarla.
Y abrió los ojos y se dio cuenta que estaba solo, sentado en su tapiz alfombra. Buscó en su cabeza una explicación, pero solo encontró un lunar en el ojo izquierdo.

lunes, febrero 01, 2010

...asimetría circular...

Los dedos se llenan de tinta, se escurre entre las manos la sensación de vacío que penetra el alma y deja el sabor amargo de la nada misma. Todo parece volver a empezar, se repite en sus letras, comienzan las oraciones con las mismas largas y arrastradas letras, se vuelve incoherente el entendimiento del desarrollo y finaliza con el comienzo. Un cuento de nunca acabar.
El secante absorbe y vacía la pluma del escritor que la mira e intenta deslizarla sobre un papel para poder escribir el nombre de su amada. Tiembla y no sabe como llamarla. Intenta un “querida” y su garganta se aprieta hasta dejarlo sin aire, desliza un “mi”, pero la siente tan lejana, tan ajena. Busca la forma de dirigirse a ella nombrándola y expresándole su amor, pero solo su nombre queda vacío. Se apilan las hojas y el secante absorbe sin parar frente a la mano dubitativa. El escritor tiembla, los dedos se le llenan de tinta…