lunes, julio 27, 2009

Inesperado. Ajeno.

El momento, justo, impensado. Cuando tus manos se entrecruzan con las mías y nace ese silencio ensordecedor. Cuando se quiebran los labios de tanta sequedad. El deseo de proximidad que nos aleja y nos acerca. El querer tenerte y solo poder asustarme y llorarte y extrañarte, todo para volver a soñarte.

Y creo en tus palabras, que me llegan, me sonríen, me esperanzan, me abrazan, me desnudan. Y se alejan, y me dejan, desnuda, frente a una multitud desconocida. Que mira mis largas piernas y me femineidad que tiembla y se avergüenza de haberte creído, de haberte querido.

Y me cubro y huyo, me escondo más en mí. Y me envuelvo en mis brazos, en tus palabras y no aprendo. Hundo la cabeza en mis rodillas para silenciar tu voz que me aturde, y me deja ciega.

Y te odio, te maldigo, imagino y sueño verte desnudo frente a una multitud desconocida, pero de mi no salen palabras...

jueves, julio 02, 2009

Y yo...

¿Y si fuera solo un día para los dos? Un día en el que pudiéramos soñar sin medida alguna, sin tapujos ni ideas limitadas. Sin restricciones para idear, planear, dejarse llevar.

Algún día sus ropas van a acomodarse nuevamente junto a las mías. Como solíamos doblarlas. ¿Te acordaras?

Es que siempre se trato de tiempo. De tu tiempo y el mío. El tuyo. Que no hay tiempo para esto, ni para aquello, ni para sentirse ni para amarse. ¿Dónde estabas cuando te necesitaba? No tenias tiempo para otra necesidad que no fuera la tuya, la que te nacía de adentro, la que siempre se robaba mi tiempo. Se lo llevaba. Y yo que gastaba, con placer, mi tiempo en mirarte mientras vos, ocupado, mirabas en el centro de tu cuerpo. Y yo… era invisible.

Es que siempre se trato de espacios. De tu lugar y el mío. El tuyo. Porque no había lugar en el que fuéramos los dos. Siempre, y con placer, te acompañaba. Que respetara tu espacio, que no me metiera en tu lugar, que te dejara ese sector para poder expresarte. Me iba arrinconando en una esquina, mirándote en plena expansión. Y yo… recogía mis cosas y te daba aun mas y mas y mas lugar para dejarte fluir. Era una piedra en el medio del camino a recorrer.

Venias, hablabas, me mirabas, me dabas de tu tiempo y de tu espacio. Pedias a gritos ayuda, que no te dejara, para que no pudieras un segundo conectarte con eso que tanto te molestaba. Me impedías que sacara de tu lugar mis cosas, para que ocuparan gran parte de un espacio que no podías llenar más que con dolor. Y yo… por ayudarte daba mi tiempo y mi espacio para vos. Pero cuando quería ayudarte era mas de lo mismo, invisible, ocupando un espacio ajeno.

Y ahora estamos… a mil kilómetros de distancia y hasta supongo que en un tiempo distinto. El mío incluye futuro, el tuyo solo una pequeña porción de presente y bastante de pasado.

Y yo… ocupo mi tiempo con su tiempo, con su espacio. Y veo apilarse ropa tras ropa. La mía siempre negra, como si viviera muriendo por lo que perdí. La de el siempre de colores, como si no pudiese parar de renacer. Es que su tiempo es un constante emocional y su lugar un espacio para mi. Y yo… estoy feliz.