martes, abril 11, 2006

ReDaCCioN PaRa eL IUNA.

Un cuento sobre otro cuento... "intimidad" y aca va el mio!


Siempre supe, alguien iba a morir en manos de ese cuchillo.
Estoy casada, por segunda vez. Tengo hijos, una familia típica, común. Vivimos tranquilamente al oeste del estado. Cada dos por tres llegan cartas que atormentan mis días. Mi ex marido, escritor, dispuesto a publicar algún nuevo capitulo de nuestras vidas pasadas es quien me escribe. En sus cartas envía recortes sobre notas que le han hecho o simplemente lo que publican sobre él. No me deja olvidarlo.
La ultima vez que visito mi casa hablamos mucho, y recuerdo su mirada cuando le recordé el día en que quise matarlo, cuando lo amenace con un cuchillo, el cual él me arrebato evadiendo el hecho. Su mirada, igual a la de tantos años atrás, transmitía cierto agrado por las situaciones extremas. Si vino en busca de perdón realmente no lo sé, pero más tarde en un viaje al centro de la ciudad vi los carteles con las nuevas publicaciones de su libro titulado “Intimidad: mi ex mujer y el cuchillo”. Supe de inmediato que nuevamente había usado nuestras vidas para su exitosa literatura y ahí estaba yo, con mis diálogos, mis expresiones y todo lo que había sucedido puertas cerradas en mi casa. No vino a pedir perdón entonces, vino por una nueva publicación, y el cuchillo la pareció demasiado bueno para omitirlo.
Me enoje tanto que mi vida empezó a desmoronarse. Cuando mi marido leyó el libro, porque a menudo lo hacia, sabia que siempre había algo sobre mí en cada nueva historia, los cuestionamientos sobre su visita se hicieron un hecho habitual. Si, debo admitir que no le había contado nada. No por miedo, no por ocultarlo, sino porque me parecía que no tenia sentido. No podía explicar bien él porque de aquella omisión, así que mi marido decidió que no iba a hablarme hasta encontrar una respuesta que lo satisficiera. Él sospechaba cosas que no entraban en mi cabeza. ¿Infidelidad? Una de las primeras preguntas que me hizo. Cómo explicarle que eso no podía pasar por mi cabeza con tanto rencor dentro mío. Pero el enojo y las dudas de mi marido se hacían mas presentes a cada instante.
Pasaron los meses y la situación empeoraba. Cada semana llegaba alguna nueva carta con diferentes recortes, había sido el libro más exitoso de mí ex marido. Maldigo el día en que le recordé el cuchillo. Mi marido reprochaba cada carta, cada una de ellas era el detonador de una nueva discusión.
Casi un año mas tarde, cuando la situación me desbordaba, alguien llamo a la puerta. Pensando en que podía ser el correo, o algún vecino, atendí con total soltura. Y ahí estaba él. Me quede inmóvil al verlo, traía algo envuelto en su mano. Sin expresión alguna, extendió el brazo y me alcanzo el paquete que llevaba, “te traje el cuchillo” dijo como si nada pasara, como si no recordara el odio con que había poseído aquella arma y lo había amenazado. Lo tome entre mis manos y mi mirada pasaba del paquete a sus ojos, los cuales no daban respuesta, los cuales me miraban, ahora con intriga, sensibilidad, respeto. Te amo, nunca quise tus historias, solo tu respeto y amor, me dijo. Y como si esas palabras no hubiesen existido dio media vuelta y se fue. Perpleja estaba que no pude decir nada. Cerré la puerta detrás de mí y me senté justo en la entrada a pensar en que había sido todo eso. Un torbellino de recuerdos comenzaron a invadirme. Desarme el paquete y ahí estaba, era el mismo cuchillo, pude sentir el odio del día en que intente usarlo. Comencé a llorar, apretando con fuerza el filo de aquel montón de recuerdos. Estaba sangrando, pero no sentía el dolor. Intentaba pensar como habría sido todo si hubiese utilizado ese cuchillo hacia años frente a mí ex marido. Dónde habría de estar ahora, qué hubiese pasado conmigo. Los recuerdos, los sentimientos, el amor, el odio, el rencor, todo se juntaba en mi cabeza, no podía evitar él seguir apretando con violencia, como si eso me tranquilizara, como si eso me aliviara las penas, el dolor, el alma. Me di cuenta que el cuchillo empezaba a deslizarse mas allá de mis manos ensangrentadas, pasaba lentamente por mis muñecas, por mis brazos y en cada roce del frió metal con mi piel la angustia cesaba y sentía que podía perdonar cada acto de mi marido y de mí ex marido. Ellos no tenían la culpa, la culpa era mía, yo seguía amando mi pasado y aquel cuchillo me lo demostraba.
Cuando por fin me di cuenta de todo, era tarde, estaba tendida en el suelo, casi sin respirar, ahogada en un mar de sangre. Me lleve conmigo aquel secreto de amor y todo un perdón.

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